56. lü - El Vagabundo


1ra y 2da línea -
Muchas veces los paseantes o caminantes inmaduros son descuidados, se fijan en el final del viaje, piensan solo en la meta y pierden lo mejor del viaje, es decir todo el camino lleno paisajes, de bellezas, aventuras y enseñanzas. Lo mismo en el espíritu, muchos piensan inmediatamente en la iluminación y quedan para siempre electrocutados. No empiezas con una carrera, no es un sprint de 100 metros, esta travesía es un pentatlón que dura toda la vida, si empiezas metiéndole la 5° marchia, como dicen, soplas enseguida y estás acabado, rendido, incluso antes de salir. Hacer una parada para el viajero es sano pero nunca detenerse por lo bien que se le sirve, en espíritu siempre significa escudriñar, siempre dudar, siempre abrirse a nuevos descubrimientos.


3ra línea
La posada del vagabundo está en llamas, con esta imagen I Ching nos dice que en el camino del espíritu cuando vas arraigando ciertas creencias estas se enfocan, no hay certeza absoluta frente a lo absoluto, porque el camino no tiene fin, de nada sirve hacer nido en la posada. Como dijo Giacomo Leopardi: "Quizás" es la palabra más hermosa del vocabulario italiano, porque abre posibilidades, no certezas... Porque no busca el final, sino que va hacia el infinito. Quisiéramos abrazar el mundo y aferrarnos a él por miedo a que se nos escapen las certezas de nuestra vida, pero así nunca cambiamos y nos oxidamos sin saberlo.


4ta Línea
Aunque seas un viajero en el camino siempre hay algo que hacer, el camino se hace caminando, I Ching nos dice que el viajero encuentra un hacha, es símbolo de trabajo, de crear, de hacer algo aunque sea en un lugar extraño, pero esto conlleva un peligro: echar raíces. Las raíces son importantes en la vida de un hombre, pero los hombres tenemos piernas, no raíces, y las piernas están hechas para ir a otra parte, por lo que en un sentido espiritual significa que nunca estaremos satisfechos tan pronto como sintamos que hemos logrado una meta, necesitamos segarla y seguir adelante, aunque haya una pausa en el espíritu, no hay tiempo para detenerse por mucho tiempo, somos nómadas, peregrinos de lo absoluto.

5ª Línea
El vagabundo caza para recuperar fuerzas para irse no para quedarse a festejar, golpea al faisán pero éste vuela y se lleva la flecha consigo, en realidad el vagabundo también ha perdido una flecha, por lo que pronto debe irse como el faisán herido. Con esta imagen, I Ching nos invitan al camino a seguir sin parar. Lo que hace que el viajero siga siendo él mismo es el cambio, aunque se encuentre en tierra ajena, se le reconoce precisamente por su capacidad de conservar la propia diferencia, de adaptarse en lo pequeño, de vez en cuando, a las situaciones, sin confundirse, sin fundirse o confundirse un contexto que no es el suyo. En la vida real son aquellas situaciones en las que estamos envueltos en socializar con los demás, haciendo algunas actividades comunes, pero nuestra naturaleza de exiliados, de viajeros, pronto nos hace retroceder, damos lo mejor que podemos a los demás pero luego nos escapamos. Algunos se llevan nuestras flechas (ideas, sentimiento, experiencias, tiempo) pero si somos fieles a nosotros mismo recuperamos todas las flechas. 


6ta línea
Nuestra patria es el exilio... esta es la conciencia de quien tiene el infinito en el corazón, que nunca encuentra un lugar para descansar sus pensamientos, la emoción de vivir tranquilo. I ching nos dicen como de costumbre con una imagen onírica: hasta el nido bien escondido y alto del pájaro se incendia, por lo que no hay certeza absoluta en esta dimensión finita para quien vive de absoluto. Sólo en el exilio se llega a comprender hasta qué punto el mundo ha sido siempre un mundo de exiliados. Hasta que entendamos que el hogar está dentro de nosotros y el hogar es el infinito que nos alberga, entonces el viaje no será más que un espejismo en esta tierra.
Fuerza que atormenta a los viajeros del absoluto, saben que la justicia humana no existe de manera divina en esta tierra, pero precisamente para no ser injustos consigo mismos se someten a esta pobreza humana que no concilia lo efímero con lo eterno. Así el viajero que se hace justicia a sí mismo a través de sí mismo: sufre lo efímero como condena pero disfruta como recompensa una visión eterna.

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